05/11/2013

Talana Brandley, directora de un colegio público modélico en Brooklyn




En España siguen viéndose mal los colegios donde separan chicos y chicas, cuando en EEUU e Inglaterra tienen ya una larga experiencia. En nuestro país es un problema ideológico. Consideran estos centros elitistas, cuando la realidad es otra, de eficacia en el aprendizaje. Aquí tenemos un ejemplo americano. Impresionante. Publicada en La Vanguardia.

¿Viene usted de abajo?
Sí, mi padre era camionero y mi madre costurera. Pero cumplidos los 50, mi madre decidió volver a la universidad y obtener el título de maestra para dar clases en un colegio que ha acabado dirigiendo.

¿Usted también soñaba con ser maestra?
No. Yo quería ser la jefa, trabajar en el departamento de educación del Gobierno dictando las leyes. Pero para poder mandar primero debía ser maestra, y por el camino me enamoré de esa profesión.

¿Cómo fue su primer colegio?
En Long Island, un colegio de niños ricos de entre 14 y 18 años. Yo tenía 21.

¡Tres años mayor que sus alumnos!
En siete años aprendí a conectar con la particularidad de cada uno, pero quise volver a Brooklyn, pensé que allí me necesitaban más. Antes pasé por la universidad: hice un curso de liderazgo para directores de escuela y un año de prácticas en Harlem.

Un barrio pobre.
Sí, en un colegio sólo de chicas, algo que yo aborrecía. Lloré a mares.

¿Por qué?
Yo defendía los colegios mixtos. Pero en seguida me di cuenta de que aquello no estaba tan mal, las chicas se implicaban, preguntaban, estaban interesadas en las clases. Su actitud me sorprendió.

Cuénteme.
En el otro colegio no prestaba atención a las chicas. Los chicos alborotaban tanto que conseguían toda mi atención, preparaba las clases para que ellos estuvieran interesados y mantuvieran la tranquilidad.

Y acabó abriendo un colegio público y gratuito para féminas.
Sí, en Brooklyn. Pero antes pasé por un colegio mixto en el Bronx. Fue duro, pero aprendí. Para acceder al colegio había que pasar por un detector de metales, eran niños pobres que pertenecían a bandas. Pero hoy tengo el convencimiento que los niños hacen cualquier cosa que les animes a hacer.

Da gusto oírla.
Si tú le dices a un niño lo que tiene que hacer, le marcas unos objetivos y le ayudas a medir su progreso, ellos lo hacen. Tus expectativas son sus posibilidades.

En EE.UU. el fracaso escolar era altísimo y el Congreso cambió sus leyes (2001).
Mi propósito era que todas mis alumnas fueran a la universidad y entraran en campos como ciencia, tecnología e ingeniería.

Fácil de decir y difícil de conseguir.
Primero tienes que creerlo, y a menudo las chicas no se creen capaces, así que tienes que convertirte en su animadora.

A las universidades norteamericanas llega un 24% de los estudiantes, y usted consigue un 100%. ¿Cómo lo hace?
Tenemos un programa específico a partir de los diez años para prepararlas para ir a la universidad, las recorremos todas e invitamos a profesionales para que les expliquen en qué consiste su trabajo.

¿Qué más?
El voluntariado también es obligatorio desde los diez años, forma parte del currículo escolar y puntúa. Considero que es fundamental formar buenos seres humanos.

Hila usted fino.
Tienen que ser capaces de devolver lo que han recibido y preocuparse de los demás y no sólo de ellas. Evaluamos la confianza en ellas mismas, la capacidad de ayudar a los demás, la apertura de miras, la perseverancia, el esfuerzo, la responsabilidad y su capacidad de ser respetuosas.

La autoconfianza no es voluntaria.
Buscamos la manera y les ofrecemos herramientas para que cada una aprenda a valorarse, a tener amor propio.

¿Con chicos en clase es distinto?
Sin ellos se concentran más, no se preocupan por su imagen ni se sienten juzgadas, tienen una relación más cercana con las profesoras, se atreven a preguntar, aprenden a expresar sus ideas, se sienten poderosas. Son edades, de los 10 a los 18, en las que tienen mucha influencia del entorno.

Entiendo.
Están más confiadas. Todas las actividades, desde el consejo de alumnas, los proyectos de voluntariado y los clubs de estudios, están dirigidas por las propias estudiantes.

Alumnas implicadas en su educación.
Exacto. Al terminar el curso exponen ante el profesorado y sus padres cuáles han sido sus retos y sus triunfos. Es una manera de hacerlas conscientes y responsables de su educación. Aprenden a marcarse objetivos a corto y largo plazo y a evaluarlos.

¿No se estresan?
No, porque ese camino lo hacen acompañadas y tienen muchas clases de expresión artística y deporte. Ante las que tienen dificultades hay que preguntarse por qué (¿no sabe organizarse?, ¿tiene malos hábitos de estudio?) y solventarlo, darle herramientas.

¿Qué es lo esencial para ser un buen profesor?
Creer que tus chicos son capaces de conseguir cualquier cosa y ser capaz de encontrar la manera para que cada uno de ellos lo haga. Los alumnos deben sentir que la profesora se preocupa por ellos.