6/27/2014

El Padre Rick Frechette en Haití







  

Personas como el Padre Rick dejan un mundo mejor de lo que lo encontraron. ¿La clave? Amor de Dios, olvidarse de uno mismo para vivir para los demás. Publicada en La Vanguardia.

Padre Rick Frechette, que salva vidas de niños en Haití


¿Qué hace en Haití?
Llegué hace 27 años y fundé una casa-hogar, un hospital, una escuela. ¡Gestionados hoy por aquellos niños y niñas cuyas vidas salvé entonces, ya con 30 años, haitianos todos!

¿Qué le llevó a Haití?
Mi superior, de la orden pasionista, me envió allí de misión.

¿Y con qué se encontró?
¡Cada día enterraba niños! Y decidí actuar. Hoy tenemos aulas para 9.000 niños.

¿Cómo está hoy Haití?
Con un 70% de desempleados, la ayuda pasa más por estimular el empleo que por enviar millonadas de dinero.

¿Critica las campañas de las oenegés?
Deberíamos confiar más en la genialidad de los haitianos para la microeconomía.

¿Cómo explica la prostración de Haití?
Haití fue el primer país del mundo en que los esclavos se sacudieron a sus amos: el mundo civilizado no perdona...

¿Por qué es un país tan deforestado?
Para abastecerse energéticamente, la gente ha usado como leña hasta la última rama... Los bosques volverán con la prosperidad.

Pero es el país más pobre del mundo.
Lo peor fue el embargo, el país bloqueado, venganzas, matanzas por las calles...

¿Qué es lo más terrible que presenció?
Un adolescente torturado y quemado en plena calle. Pasé con mi furgoneta, le vi gritar entre llamas...

¿Pudo hacer algo?
No me detuve porque llevaba a unas monjas conmigo y temí un ataque de los asesinos. Las dejé en el hospital y regresé con bidones de agua.

¿Para qué?
Apagué el fuego. Y recogí los restos del muchacho. Poco a poco, los metí en bolsas blancas que empleo como mortaja... Se empapaban de sangre. Metí una dentro de otra, hasta que quedó una bolsa blanquísima.

¿Nadie hacía nada?
Miraban. Dispuse el cuerpo amortajado en la furgoneta, y oré en silencio. Al poco, oraban a mi lado más personas. Y los asesinos.

Vaya.
Ese día aprendí algo.

¿Qué?
Haz siempre lo que debas. Nada más, nada menos. Y verás: ¡el efecto de hacer lo correcto es más poderoso que cualquier vudú!

¿No sermoneó usted a los asesinos?
No. ¿Hacía falta?

Entiendo.
Una mujer se arrodilló ante mí, llorando de gratitud: era la madre del chico muerto. Había visto arder a su hijo... y agradecía...

Tomo nota.
Un día aparece un padre con su hija de once años muerta en los brazos...

¿En el hospital?
Sí, venía de un pueblo muy lejano, caminando.., y la niña murió al llegar. Se volvió, pero ocultó el cadáver en el camino para ir más veloz. Regresó con un vehículo... La niña estaba irreconocible: las hormigas, los jabalíes... Era espantoso, pero para él era su hija... Le ayudamos a enterrarla.

Y, encima, llega el terremoto del 2010...
En tres segundos, 200.000 edificios hundidos y 300.000 muertos... Subía a la azotea del hospital para respirar... y veía acercarse a madres con niños heridos en los brazos...

¿Dónde estaba Dios?
La familia humana debe organizarse para prevenir y enfrentar desastres, cada uno según sus capacidades... ¡y Dios ayudará!

Su fe es inquebrantable, ¿verdad?
Mi madre me enseñó a rezar cada vez que había un problema: cuando la crisis de los misiles y la inminente guerra nuclear, cuando un tío nuestro quedó en coma...

¿Y funcionaba?
Sentí que establecía vía directa con una superior y poderosa fuerza de bondad.

¿Y eso le hizo sacerdote?
Eso y jugar a fútbol con un equipo del seminario. Dudé sobre si ordenarme o no, y mi padre me aconsejó así: "mejor intentarlo y fallar que no intentarlo". ¡Y aquí estoy!

¿Se ha arrepentido de algo?
He aprendido que Dios siempre tiene para tí planes mucho más interesantes que todos los que tu puedas haber trazado...

El hombre propone y Dios dispone.
Y le aseguro que el milagro es menos raro de lo que parece... ¿Se lo demuestro?

Vale.
De joven viví en Canadá y trabajé conduciendo un coche de bomberos. Una noche hubo una tempestad de nieve y usé el quitanieves para que un cirujano pudiese llegar a operar a urgencias. Me dio su tarjeta, agradecido. Diez años después, en Haití...

Suspense...
Tuve en brazos a una niña moribunda: se negaba a comer, rechazaba vivir. Era hermafrodita, abandonada... Busqué aquella tarjeta: el cirujano aceptó operarla, vivió, creció, una familia amiga suya la adoptó...

¿Y hoy es una mujer estadounidense?
Una niñita hermafrodita condenada a morir en el país más miserable del planeta... es hoy una mujer cultivada que será madre en Maryland, el lugar más encopetado del primer país del mundo. Son cosas de Dios...